Existen ocasiones en que cierro los ojos, y
la nostalgia es capaz de incomodar a mis pensamientos. La realidad parece enfermar
de ausencia. Los recuerdos me causan fatiga. Han existido momentos, mientras
hacemos el amor, que he querido contarte todo a detalle. Hablarte de Julieta.
Platicarte los momentos que viví durante poco más de tres años con ella. Mi tristeza
sobreviene por periodos que parecen extraviarse en el dédalo de mis ideas.
Libertad, te confesaré todo de una vez.
Romperé nuestro acuerdo acerca de no decirte que he dormido con otra mujer. Te
platicaré de cómo encontré aquellos gatos, que a causa de tu alergia tuvimos
que buscarles otro hogar. Tuve que reprimir mi melancolía, de nueva cuenta,
cuando los dejamos en casa de mi amigo Israel. ¿Recuerdas sus hermosos nombres?
Te dije que los nombré: Jena y Lata. Te mentí, pues sus oídos ya estaban
habituados a esos nombres. ¿Te acuerdas que dije haberlos hallado, encerrados
en una caja sellada con cinta canela, en un camión abandonado? Te mentí, pues
los recogí afuera de la casa de Julieta mientras le maullaban a una puerta que
jamás se volvería a abrir para ellos. En verdad deseaba que se quedaran en mi
casa. Te dije que mi tristeza era por saber que existen personas malvadas que
maltratan a los animales. En ese preciso momento también te mentí. Los gatos no
eran las víctimas: lo fue mi amiga. Algunos humanos parecen obstinados en descubrir
todos los medios posibles para escupirle a la vida y perpetuarse en un estado
de miseria. Libertad, quiero que me abraces y me digas que no te molesta que te
cuente esto, que me perdonas.
¿Te acuerdas de Bassó? Fue él quien me dio
la maldita noticia, una noche que lo encontré en La UTA de la calle Donceles, de
que a Julieta la encontraron sin vida en el interior de un automóvil. Sentí
mucha culpa por haberme enterado meses después de su muerte. Han transcurrido
dos años, y mis mudas palabras hacia ti han provocado un vacío en mi espíritu.
¿Te acuerdas de que el 2010 fue un año difícil en nuestra relación? Fue su muerte
la responsable de mi desequilibrada conducta.
Sentía un gran aprecio por ella. Julieta –que hoy es únicamente un nostálgico
recuerdo, una esquela mortuoria– fue
para mí una voluptuosa canción callejera que me entonó algunas de sus historias,
que me susurró palabras amargas al oído. Solo fuimos amigos, cómplices en esta decadente
ciudad.
Libertad, ya no puedo callar más. Necesito
que tú también conozcas a Julieta. Tal vez me digas que parecía una buena
persona.
Me gustó mucho tu final, Luis. Me gustó mucho.
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